viernes, 13 de abril de 2012

Ante todo, Yuha.


Ante todo, Yuha.


         La existencia de Yuha como personaje real o de leyenda ha transitado a lo largo del tiempo desde la cuentística árabe popular hasta la metodología de enseñanza sufí, pasando por la más aguda reflexión filosófica que cualquier ideología o pensamiento teológico pudiera plantearse en su cuestionamiento perpetuo sobre Dios y el hecho religioso. Las historias divertidas o mordaces, ingenuas o sagaces, simples o ingeniosas de Yuha son conocidas en el orbe islámico desde siempre. Generación tras generación han sido transmitidas de forma oral, por un lado en el ámbito familiar y por otro de forma singular en afamados círculos académicos. Un personaje, Yuha, que no puede ser ubicado en lugar o época alguna ya que es reconocible al unísono y de forma atemporal  en diversos polos distantes de la propia geografía oriental.


         Las enseñanzas de Yuha muestran de forma unívoca  las necedades y los aciertos sublimes del ser humano en sus tribulaciones diarias y en su deambular por la existencia de sus vidas. Encontramos en las historias de Yuha, cómo lo absurdo puede alcanzar el más alto grado de estupidez humana y como el más sencillo ejercicio de sentido común aplicado a la toma de decisiones, puede alumbrar los oscuros vericuetos del quehacer humano. Como bien indica Clara Mª Thomas sobre Yuha: “un anti-héroe” o “tonto-pícaro” en el estudio que nos ocupa, Sonriendo con Yuha, es el más fino humor el que se abre paso entre la maraña de incongruencias y descalabros que las andanzas de Yuha nos transmiten. En algunos casos me atrevería a denominarlos “quijotescos” o si se me permite “sanchuescos” (Martinez Montavez lo llama “sancho-pancesco), por aquello de la afinidad parental equina. Sin embargo, Yuha elude toda clasificación estereotipada que se le pueda aplicar. Diríamos que es inclasificable en cualquier concierto ya que sus historias descoyuntan toda articulación aplicable a un análisis textual o reflexión conceptual que pudiese equipararlas a un género concreto. El propio Yuha se encarga deliberadamente de que esto sea así pues cuando creemos haberlo apresado nos desconcierta con una historia que desmonta todos los pormenores analíticos efectuados.


        El personaje de Yuha es reconocido en Asia Central con el nombre de Nasruddin, un mula, imam o juez  que con su inseparable burro, a veces más astuto y sabio que el propio Yuha,  va recorriendo las estepas y ciudades de la Ruta de la Seda. En alguna de ellas, como la mítica Buhara en Uzbekistán, ocupa un lugar destacado en la iconografía plástica escultural de la plaza central de la ciudad junto a un estanque. Todos los niños de la ciudad lo disfrutan jugando entre las patas de su borrico o subiéndose a las barbas del propio mula quien sonriente saluda a todos los paseantes con su mano derecha sobre su corazón. La leyenda se abre paso, según Clara Thomas, cuando en el imaginario colectivo se le llega a atribuir al propio Yuha la hazaña de liberar al Jurasan del belicoso Tamerlán.


         El hecho singular de Yuha es que sus relatos son de autor anónimo o por lo menos de distintos autores sin que hasta el momento se haya podido identificar con certeza a un autor concreto. Muchas de sus historias incorporan tradiciones de distintos pueblos y civilizaciones que a lo largo del tiempo han pervivido desde el Mediterráneo al Índico, desde las estepas de Asia Central al Cáucaso y desde la curva del Níger a la Península Arábiga. En todas partes se han intentado apropiar de su identidad y parentesco, amén de situarlo como convecino y lugareño sin que por ello sus historias hayan sufrido cambio alguno pues muchas de ellas son de igual forma reconocibles en lugares dispares en el espacio y el tiempo. Como señala Clara Mª Thomas tanto en Alepo como en Egipto, en Fez o en La Meca es reivindicado como suyo e incluso algunos “…admiradores incondicionales afirman que está enterrado cerca de los pozos de Zem-Zem…” (pág. 2).

          El personaje de Yuha es tan popular en el mundo arabo-islámico que sus historias forman parte de la metodología estudiantil de las escuelas de primaria e incluso en el ámbito universitario es muy socorrida su utilización como manual de enseñanza para el aprendizaje de la lengua árabe. Lo cierto es que las excentricidades o hazañas de Yuha contienen en muchos casos una sapiencia moral de aplicación práctica válida para todo ser humano, sin distinción de género o condición social, ya que están impregnadas de una reconocida sabiduría  que incita a la reflexión pausada.


         Sin embargo el personaje de Yuha para Clara Mª Thomas ha sufrido transformaciones, desde un ser ingenuo,  un hombre sagaz que hace frente a jueces, imames, poderosos, hasta un”…hábil parásito que se finge tonto para chasquear a los demás…un fanático agitador que incita a los pobres a rebelarse contra los ricos…; o un propagador de falsas ideas sobre Oriente o el Islam” (pág. 3.) Sea como fuere, Yuha no ha dejado indiferente a nadie a lo largo del tiempo y si ha perdurado hasta nuestros días es precisamente por la combinación esencial de elementos tan reconocibles en nosotros que muchas veces ni nos damos cuenta de que los tenemos. Nos identificamos, incluso de forma inconsciente y a nuestro pesar, con muchas de las situaciones vividas por Yuha, no por afinidad con el personaje sino más bien por reflejo contrapuesto de lo que no queremos reconocer en nosotros mismos. Podríamos aplicarnos a modo de etiqueta, como tanto gusta en occidente, si nos mirásemos en un espejo, las tres categorías que Abbas Mahmud al-Aqqad en su ensayo Yuha, el risueño gracioso  aplica a las anécdotas del propio Yuha: a) “[…] muestra su estupidez y simpleza”; b) “[…] finge estupidez y simpleza […]” y c) “[…] muestra su ingenio y sagacidad […]” (pág. 3). Cada uno de nosotros en algún momento de su existencia se ha decantado por alguna de estas opciones de comportamiento ante los demás y podríamos decir, hasta con uno mismo, sea de forma consciente o inconsciente.

        El estudio de Clara Mª Thomas recoge una somera selección de historietas de Yuha que son subdivididas en los siguientes epígrafes:

  1. Anécdotas propias de Yuha primitivo, donde se muestra su ingenio y simpleza.
  2. Anécdotas en las que Yuha se presenta como un “tonto-pícaro”, que finge estupidez y simpleza para sacar provecho o burlar a sus interlocutores.
  3. Anécdotas en las que Yuha muestra su ingenio y sagacidad para no ser engañado, o para dar una lección al poderoso o evitar que le perjudique, entre las que abundan las referidas a Tamerlán.
  4. Yuha y su relación con su familia, sus esposas o hijos.
  5. Yuha en su relación con los niños, los convecinos y los amigos.
  6. Yuha y su burro.
  7. Yuha y sus relaciones con personajes poderosos como un sultán, un notable o un cadí.
  8. Los múltiples rasgos de personalidad de  Yuha, como su ingenuidad, su cobardía, su fanfarronería, su trapacería, su astucia o la agudeza de sus sentencias.
  9. Yuha como predicador, filósofo, consejero o juez.
  10. Yuha y la religión.
  11. Yuha ante la muerte.

         Como puede apreciase en la anterior relación no hay apartado social, político o religioso donde Yuha no pueda transpolar sus opiniones a través de los hechos de su vida, reales o imaginarios, que son los mismos que pueden ocurrirnos a todos. Sin embargo,  a través del prisma de la sabiduría de Yuha, estos hechos cobran un halo luminoso que provoca en nosotros la admiración y la certeza de la comprensión por medio de la reflexión. Con ello podemos desvelar un alumbramiento  trascendente que a través de lo simple consigue llega a trastocarse en sublime. Es así como Yuha muestra a todos por igual sin selección de linaje o casta enseñándonos que tanto a poderosos, jueces, teólogos o comerciantes adinerados se les puede dar lecciones de justicia y moralidad que los equipare al común de los mortales. De ahí sobreviene a mí entender el gran éxito de las historias de Yuha, en que equipara a todos bajo una justicia y moralidad humana “…más fiel a la ley coránica...” como dice Delais en el estudio que estamos analizando (pág. 16), que la que puede aplicar cualquier lego jurista o teólogo al uso.

        En el terreno de la cuentística popular la figura de Yuha correspondería al anti-héroe por excelencia aunque en algunos casos y sobre todo en las anécdotas en las que se enfrenta a los poderosos, socialmente hablando, pueda ser encumbrado a la categoría de héroe. Esto sin duda es lo que imprime a las historias de Yuha el carácter  humorístico que singularmente las caracteriza y que sin esa peculiaridad no se reconocerían como tales. La fina ironía y el chascarrillo gracioso son las claves constantes que ha precedido a su enorme éxito y por tanto a su inmortalidad. Los disparates de Yuha destilan una filosofía pragmática en muchos casos que es tan apabullante que no se puede decir más con menos palabras y de forma tan ejemplarizante. De ahí su popularidad y enorme difusión en el imaginario colectivo oriental consiguiendo con ello integrar a lo árabe, persa, turco y demás pueblos del orbe musulmán sin distinción étnica o ideológica alguna.

         Destacar por último que la indiscutible sencillez de Yuha desprende una humanidad que a todos nos atrae,  ya que vemos en él a uno de los nuestros, es decir, un hombre del pueblo que nos contagia risa y alegría hasta el punto de mofarnos de nosotros mismos y de los demás, sobre todo de los “inaccesibles”, los poderosos, los teólogos y juristas que tanto desean imponer normas y comportamientos morales de muy dudosa condición. Desde la Ruta de la Seda y la Ruta de las especias ha cabalgado Yuha a lomos de su borriquillo hasta llegar a nuestros días fresco y vivaz como muestra la siguiente historia:

Yehá y el gallo.

Un día entró Yehá en un aduar para robar un gallo. Desde que puso su mano sobre él, el gallo comenzó a escandalizar. Entonces, un hombre del aduar que lo había oído salió de la tienda, se aproximó a Yehá y le preguntó: “Y bien Yehá, ¿qué haces ahí?” Y Yehá le contestó inocentemente: “Ya lo ves, enseño a cantar a tu gallo” (García Figueras, 1989: nº 258). (Pág. 5).

lunes, 2 de abril de 2012

La Historia de los Árabes. Albert Hourani. Reseña.


LA HISTORIA
DE LOS ARABES.

ALBERT HOURANI.





          El surgimiento de una nueva civilización es uno de los episodios más apasionantes que la historia humana puede concebir. Máxime cuando esa nueva realidad emerge en un mundo antiguo cargado de leyendas y epopeyas. Una incipiente realidad social y religiosa que dará cabida a una nueva cultura en todas sus manifestaciones  políticas, sociales y teológicas. Un poder nuevo en un mundo antiguo que desde el siglo VII sigue haciendo historia. Ésta no es solo la de un pueblo, lingüística y étnicamente hablando, sino que forma parte indisoluble de la historia universal de la humanidad. Y en esta universalidad podemos encajar el libro de Albert Hourani que nos ocupa, ahora bien, no solo como una historia de los pueblos árabes, sino más bien como un engranaje más del curso de la historia de los pueblos islámicos. En realidad, el componente árabe es un eslabón acotado a una extensión geográfica y lingüística delimitada para lo que ha sido y es el predominio de la influencia islámica. Esta nueva doctrina (el Islam), acarrea inicialmente a un pueblo concreto (árabe), que habla una lengua especifica (árabe) y cuya expansión inicial coincide con el de las tribus árabes que consiguen aupar un habla coloquial a una lengua culta de prestigio. El Islam ha extendido sus ramificaciones a muy diversos pueblos y razas como así lo atesora el propio libro en cuestión y como queda plasmado en su temática al encontrarnos amplias referencias a Persia y el Imperio otomano. Este hecho es signo ineludible de la propuesta divulgativa de Hourani que se ha atrevido a amalgamar trece siglos de historia en un volumen relativamente reducido. Y lo ha hecho sobre una vasta base de investigación bibliográfica sin menospreciar hecho relevante alguno y atendiendo al quehacer historiológico heredado de su declarado maestro Ibn Jaldún. La ciencia histórica que elaboró este erudito musulmán del siglo XIV  no se contentaba con la simple reproducción de los acontecimientos sino que aspiraba a profundizar en los procedimientos del desarrollo social y las particularidades que caracterizan a la sociedad humana. A este dedica el prologo de su libro en una más que confesa pretensión de lo que luego desgranará a lo largo de esta obra: el mostrar la historia no sólo atendiendo a los hechos en sí, sino también a las causas y consecuencias que éstos provocan en el quehacer histórico de la civilización islámica. Tal acervo cultual y sapiencial acarrea un material de una magnitud desbordante que en manos de Hourani ha sido  magistralmente sintetizado con criterios selectivos y ecuánimes. De esta forma nuestro autor despliega todo el proceso histórico que hasta nuestros días significa lo árabe y el orbe islámico. Y lo hace con un estilo clarificador, desgranando una base semántica de contenido que alberga lo histórico, lo político, lo literario, lo sociológico, lo místico, lo artístico, lo filosófico e incluso lo lingüístico de la civilización islámica. Conocer este mundo de la mano de Hourani se convierte en una aventura sin igual al ofrecernos todo su ingente conocimiento sobre el tema pero ya tamizado por un especialista capaz de convertir lo árido en ameno.  De esta manera se dirige a todo tipo de público incluido el erudito académico al que también recompensa con creces. Aquí encontramos uno de los aportes más apreciados del libro al elevarse de lo divulgativo a lo científico y viceversa, con el rigor de toda investigación que por su valor indiscutible aúpa a su autor al grado de autoridad en la materia.
          Albert Habib Hourani (1915 – 1993)  nació en Manchester de padres libaneses y se formó en Oxford. Desarrolló su carrera de docente en la Universidad Estadounidense de Beirut y llegó a ser Catedrático de Historia Moderna de Oriente Próximo en Oxford por lo que ha desarrollado una intensa actividad académica. Especialista en las relaciones culturales entre el mundo árabe y occidente llegó a ser el primer director del Middle East Centre. En esta obra que estamos reseñando elabora una síntesis histórica del mundo islámico sin caer en reduccionismos que pudiesen minimizar coyunturas concretas de suma importancia en el desarrollo de los acontecimientos. La temática narrativa que presenta Hourani se traduce en cinco grandes apartados con sus correspondientes capítulos en una exhaustiva exposición cronología que alcanza hasta la última década del siglo XX.
         El primer apartado que lleva por título: La formación de un mundo (siglos VII a X),  corresponde a esa fase inicial de surgimiento de una nueva realidad social, política y religiosa de enorme vitalidad en todos los ámbitos. Hourani deslinda en sucesivos capítulos los elementos étnicos, lingüísticos y religiosos que van a configurar el nuevo devenir histórico de la Península Arábiga. La expansión de los árabes es un proceso continuo permanente que se remonta a etapas preislámicas en las que las migraciones son más bien de grupos nómadas pero que ahora con el advenimiento del Islam van a romper todos los estereotipos para trascender fronteras y civilizaciones. Y es que a pesar de la fragmentación política que ha ido acompañando a la civilización islámica, el Islam generó componentes culturales que agruparon a todo el mundo musulmán y no musulmán. 
         En el segundo bloque, Hourani analiza los elementos culturales y sociales de la civilización islámica durante los siglos XI al XV. El denominado periodo clásico del Islam había llegado a su fin y aunque su apogeo político había concluido, las manifestaciones culturales continuaban con gran pujanza. Muy en particular en las ciudades árabes, persas y turcas donde van a comenzar a cimentarse los Estados y la consolidación de las dinastías. El sentimiento de poseer ancestros comunes fomentaba la unidad de un grupo que podía contar con innumerables partidarios incondicionales con los que creaban lazos de dependencia incrementando así su dominio y poder.
          La tercera parte del libro se extiende en los pormenores que dieron cabida al surgimiento del Imperio Otomano y su consolidación como quizás la última gran expresión de la civilización islámica. Siempre entendida en cuanto a una unidad política en evolución pero a la vez organizada y estable que dominaba sobre una  gran extensión geográfica y que alardeaba de un dominio militar incontestable. Conviene recordar la gradual transformación que la dinastía otomana sufrió al transformarse sus jefes tribales de gobernantes a visires  e incluso elevarse al grado de sultanes. La expansión que alcanzó el Imperio Otomano conllevó un aumento de los territorios conquistados que expandió el Islam hasta las mismas puertas de Centroeuropa. Los árabes habían quedado relegados como etnia dirigente y son los turcos los que se hacen con el poder convirtiendo su idioma en la lengua administrativa incluso en la periferia.
          En el cuarto bloque que lleva por título: La época de los imperios europeos, Hourani se extiende en narrar las consecuencias nefastas que para el mundo árabe supuso la colonización europea. El expansionismo europeo propició la repartición de África en diversas colonias que se tradujo en la separación entre Egipto y el Magreb por un  lado y los países del sur de África por otro. Hourani analiza las consecuencias nefastas que para esta región supusieron estos hechos que aún hoy persisten, aunque apunta la posibilidad de un desarrollo, modernización y educación de la que pudieron favorecerse los pueblos árabes gracias al proceso colonizador.  Los pueblos árabes obtuvieron su recompensa en un cambio de vida en las ciudades con los gobiernos reformistas y la nueva élite comerciante, terrateniente e ilustrada que propició el surgimiento del nacionalismo y el fundamentalismo árabe. Interpreta Hourani que todos estos movimientos se producen por una crisis de identidad del mundo islámico que conduce a las clases dirigentes a buscar en los modelos occidentales la solución a su decadencia. En ningún caso se opta por renunciar a un orden religioso incuestionable sino que se aboga por abrirse al mundo mediante el aprendizaje de idiomas, la refundación del sistema educativo y el enriquecimiento de la lengua y la literatura árabes en contenidos y géneros literarios.
        La quinta unidad temática está referida a la formación de los Estados-nación a partir de 1939, las repercusiones que la Segunda Guerra Mundial produjo en el mundo islámico, la nueva independencia de las naciones, la culminación del arabismo, el surgimiento del nasserismo y la unidad y desunión de los árabes a partir de las crisis de 1967 y 1973. Es cierto como señala Hourani que la rivalidad ha sido la constante entre los nuevos estados surgidos a raíz de la descolonización europea. Y no menos veraz es que el concepto de arabismo ha sufrido innumerables revisiones y controversias a lo largo de estas décadas. Igualmente en este periodo de la historia del mundo islámico el modelo político está en permanente cuestionamiento donde las ideologías de signo fundamentalista radical se van abriendo paso y se incorporan a la vida social y política.
        Como hemos señalado anteriormente en esta narración pormenorizada de la historia del mundo islámico predomina el análisis de la cultura y la sociedad dejando en un segundo plano la historia política. De forma deliberada Hourani nos guía a una conceptualización de la realidad del mundo árabo islámico que no se entendería sin la hipótesis de la existencia de una simbiosis que incorpora a todos a un destino común. Una historia que en sus albores había sido la de un reducido grupo de hombres nómadas y aislados. El título del libro nos da una pista a seguir que ya matizamos al inicio de estas páginas y es que por encima de aquellos que defienden un panarabismo a ultranza está el vínculo histórico, religioso e idiomático que otorga realidad y unidad histórica al mundo de los árabes. Una realidad indisolublemente unida a la propia evolución del Islam a lo largo de toda la tradición que se quiera o no, se ha visto reinterpretada en múltiples ideologías, escuelas legislativas y de jurisprudencia, manifestaciones místicas y formas de pensamiento islámico diversas y contrapuestas. Y a todos estos aspectos dedica Hourani su espacio y su tiempo en este libro de forma minuciosa y con gran  lujo de detalles sin prescindir de la vida en sociedad, el gobierno, la administración, los estados y como dijimos, las dinastías. Esta compleja exposición temática se ve complementada con una compilación de mapas que reseñan las diferentes fases de la civilización islámica, las zonas geográficas que abarcaron, los detalles de determinadas zonas de capital importancia en la historia del Islam e incluso las zonas de influencia de dinastías concretas. Todas ellas también son especificadas en tablas adjuntas que además  pormenorizan al detalle  la familia de Muhammad, una enumeración de los imames si’ies, una relación de los Califas y las familias gobernantes en los siglos XIX y XX. Hoy en día la historia de los árabes se sigue escribiendo con una variedad y un empuje admirables y si podemos comprenderla mejor es gracias a la claridad expositiva y la notoria erudición de obras como la de Hourani que se ha acercado a este mundo inigualable sin prejuicios de ningún tipo. La transparencia del texto y su tono didáctico han conducido el quehacer narrativo de Hourani en un intento unificador por abarcar la totalidad del hecho árabe. Esta realidad étnica ha trascendido sus límites geográficos para convertirse en una sociedad humana con estructurales sociales y culturales como ya dijimos, universales. Su relación con la Trascendencia ha organizado el mundo común  de los pueblos árabes, quienes perseguían organizarse en un tiempo y un espacio determinado, regulando su vida personal y comunitaria en torno a principios éticos y religiosos revelados. Si consideramos que transmitir la Revelación es crear la realidad como así lo atestiguan los creyentes musulmanes tendríamos que considerar a Hourani como un eslabón más de esta tradición. Su libro se insertaría en esta cadena histórica ya que hacer historia también es difundir a las generaciones futuras no solo los hechos del pasado sino las correlaciones intrínsecas que éstos producen. El mundo arabo islámico se hace más permeable a través de la visión ecléctica y por qué no decirlo, metodológica  que el autor de “La historia de los árabes” nos propone. Esta intención de llegar a un público más amplio reconforta a todos, pues sumada a su visión occidental encontramos la minuciosa erudición que Hourani atesora. Los sucesos en torno al mundo musulmán, de tanta actualidad hoy en día, encuentran su fundamento en muchas estructuras del pasado árabe que se han ido conformando en una identidad comunitaria que dura ya más de mil años. Por todo ello esta obra resulta fundamental para comprender tanto el pasado como el presente del mundo islámico.




BIBLIOGRAFIA Y ENLACES DE INTERÉS.

Blachère, Histoire de la littèrature Arabe, Volumen I, Paris, 1980.
Cahen Claude, “El Islam. I. Desde los orígenes hasta el comienzo del Imperio otomano”, Siglo XXI Editores, s.a., Madrid, 1995.
Caskel, W, Al-‘Arab, Encyclopaedia of Islam,  Second Edition, http://0-www.brillonline.nl.fama.us.es/subscriber/uid=1702/entry?entry=islam_COM-0058
El Corán, Edición de Julio Cortés, Editorial Herder, Barcelona, 1992.
Grunebaum, G.E. Von, El Islam. II. Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días, Siglo XXI de España Editores, S.A., Madrid, 1992.
Hourani, Albert, La Historia de los árabes, Ediciones B.S.A., Barcelona, 2010.
Jaldún, Ibn, Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddimah), Fondo de Cultura Económica, México, 1977.
Martín Muñoz, Gema, El Estado Árabe. Crisis de legitimidad y contestación islamista, Ediciones Bellaterra 2000, Barcelona, 1999.




sábado, 17 de marzo de 2012

Qasim Amim y la mujer egipcia.



Qasim Amim y la mujer egipcia.





I.      Introducción.
II.     Apuntes biográficos.
III.   Amim y la Nahda.
IV.    La nueva mujer.
V.     Epilogo.
VI.   Bibliografía.


I.                 INTRODUCCIÓN.

          Qasim Amim fue considerado por muchos como “el primer feminista” del mundo árabe. Abogó por los derechos de las mujeres desenmascarando a  la sociedad egipcia que relegaba a éstas al estatus de esclavas de sus maridos. Denunció que la mujer no tenía identidad alguna y que esto suponía una negación de los derechos humanos que perjudicaba a la sociedad egipcia hasta el punto de mantenerla en un túnel oscuro sin salida hacia la modernidad y el progreso. De esta denigrante situación Amim pretendía elevar a la mujer  a una consideración social de prestigio e igualdad. Si la condición en sociedad de la mujer egipcia progresaba, la nación mejoría sustancialmente a todos los niveles. De esta forma denunció a los musulmanes ortodoxos como los responsables de la opresión de la mujer. Para Amim el Corán en ningún caso propugna este sometimiento, sino todo lo contrario, ya que otorga y apoya los derechos de la mujer. También rechazó a aquellas mujeres que con su indumentaria, particularmente el velo, motivada en gran parte por su falta de educación, vivían sometidas en estado de esclavitud a los hombres egipcios. Todos estos argumentos hacían de Egipto, argumentaba Amim, un país débil y atrasado.

         Qasim Amim es sin duda una figura central del llamado movimiento Nahda que había irrumpido en Egipto a través de él y otros intelectuales egipcios como Muhammad Abduh. Todos ellos tenían como meta final la independencia egipcia y para ello consideraban primordial un cambio profundo en las creencias y costumbres sociales del país. Propugnaban una extensión de la educación a todas las capas de la sociedad y principalmente a las mujeres a las que apoyaban en sus reclamaciones considerando que debían optar a una enseñanza estatal primaria y secundaría obligatorias. Amim llegó a la conclusión de que la falta de preparación de las mujeres, su baja posición social y educativa había llevado a Egipto a caer en manos del poder europeo a pesar de haber sido cuna de una civilización esplendorosa. Este posicionamiento fue muy criticado por distintos sectores de la sociedad egipcia y rechazado de plano por la ortodoxia islámica de Al Azhar. Sin embargo, para Leila Ahmed[1] Amim es excesivamente generalista y proclive a ensalzar a la sociedad europea  antes que perseguir una verdadera liberación de la mujer egipcia.  Es decir, que no lo considera un feminista propiamente dicho, sino más bien  un defensor del androcentrismo occidental en sustitución del androcentrismo imperante en Egipto.

        Muchas de las ideas expuestas por el movimiento reformador de Qasim Amim estaban influenciadas por las teorías evolucionistas de Darwin y su obra “El origen de las especies”[2] en la que resalta que todas las formas de vida no son estáticas, sino que evolucionan, las especies cambian continuamente, unas se originan y otras se extinguen. Amim, parafraseando a Darwin, llegó a decir que si los egipcios eran incapaces de competir con éxito en la lucha por su supervivencia, serían eliminados y que por ello debían modernizarse siguiendo el modelo europeo.[3] No es de extrañar que Qasim Amim acogiese de buen grado estas teorías ya que en su esencia contenían el mensaje que él pretendía transmitir a la sociedad egipcia. El compromiso intelectual y social de Amim con la reforma del devenir histórico de las gentes de su país se veía reforzado con los postulados de Darwin: “Puesto que los instintos de una especie son tan importantes para su preservación y multiplicación […] es evidente que si se produjera la más leve diferencia congénita en los instintos y hábitos, o si ciertos individuos fueran inducidos o compelidos a lo largo de su vida a variar sus hábitos […] esos individuos deberían gozar a largo plazo de una mayor probabilidad de ser preservados […] una serie de pequeños cambios podría […] producir grandes cambios en las facultades mentales, los hábitos y los instintos de cualquier especie.”.[4] Asimismo, había causado honda impresión en Amim la visión científica de la realidad de Herbert Spencer y su apuesta por el sufragio universal que incluiría por vez primera a las mujeres, amén de su célebre sentencia: “[…] el límite de la libertad de cada persona coincide con el comienzo de las libertades de los demás”[5]. La filosofía de Spencer no rechaza la causa divina de la creación y el destino humano, sino que más bien  trata de contrastarla bajo un prisma, podríamos decir actual, el de los novedosos conocimientos científicos humanos. Es una posición ecléctica que para nada se asemeja a las ideas ateas de Comte que también estaban muy en boga por entonces. Como ejemplo, hemos entresacado unas escuetas líneas de su más famosa obra “Los primeros principios”: “La causa absoluta de todos los fenómenos del Universo […] bajo el punto de vista de la unidad o de la dualidad de su acción […] entre estas dos hipótesis: una, que los fenómenos son los efectos de una causa única actuando en diversas condiciones y otra, que son efectos del conflicto de dos fuerzas”[6].  Amim a raíz de estas premisas pudo adaptar sus creencias religiosas a una nueva visión ajena al encorsetamiento ortodoxo que propugnaban los ulemas de Al Azhar. Dentro de esta enumeración de ideas de pensadores del siglo XIX, hay que resaltar la influencia que John Stuart Mill[7] ejerció sobre Qasim Amim en todos los aspectos relacionados con el papel de la mujer en la sociedad y en particular en la condición de sometimiento en que se encontraban las mujeres en el orbe arabo islámico. Esta influencia quedo reflejada en varios títulos que el propio Amim publicó como son: “La nueva mujer” y “La liberación de la mujer” y que venían a equipararse, salvando las distancias, con los publicados por Stuart Mill: “El sometimiento de la mujer” y “Ensayos sobre la igualdad sexual”. Así, en esta última obra podemos apreciar la doctrina utilitarista de Mill que fue suscrita por Qasim, cuando asevera: “Cada paso en el progreso de la civilización se ha visto marcado de forma similar por un mayor acercamiento a la igualdad en la condición de los sexos; […] que los hombres y las mujeres deben ser perfectamente coiguales: que una mujer no debe ser dependiente de un hombre, más que un hombre de una mujer, […]”[8] 

         En la historia del pensamiento social árabe Qasim Amim es un abanderado de “causas perdidas” y decimos esto porque sus ideas fluyeron en medio de un desierto hostil cargado de escepticismo cuando no de abierto rechazo. Su profunda convicción de la necesidad de un profundo cambio en la mentalidad de la sociedad egipcia le granjeo numerosas antipatías y, en particular, por defender y promover los derechos públicos y privados de la mujer en Egipto. Nos centraremos por ello en su obra publicada en 1900 con el título de Al-Mar’a al-ŷadīda que en castellano se ha traducido como “La nueva mujer”. Las ideas expuestas en esta obra, que analizaremos más adelante, reflejan el esfuerzo que Amim realizó para revitalizar la sociedad egipcia. Como piedra angular de ese proyecto estaba la restauración del papel preeminente que la mujer debía ocupar en la sociedad subsanando su problemática educativa, social y familiar. Para ello, creía imprescindible modificar la idea que tenían los musulmanes de que sus costumbres eran inmutables y no debían modificarse. La realidad que les rodeaba era muy distinta y les mostraba una vida que les estaba zarandeando en un cambio continuo. En este empeño Amim entendía que el Islam debía reactualizarse con una visión integradora que diera satisfacción a la nueva educación social que él y todo el movimiento reformador propugnaban.

          Sin duda, hay que situar la figura de Qasim Amim dentro de ese movimiento reformador que sacudía Egipto y que tuvo como principales abanderados a Al Afgani, Muhammad ‘Abduh (de quien fue discípulo Amim), Kawākībi y el sirio Rasīd Ridā’. Todos ellos tuvieron contacto con intelectuales europeos tanto en Paris como en Londres y de hecho estuvieron exiliados en Ginebra, lugar de acogida para los perseguidos internacionales. A la muerte de Al Afgani, Abduh y Amim se convierten en los verdaderos artífices de la reforma social en Egipto ya que el gobierno les permitió regresar a El Cairo. Ambos propugnan un cambio social  que modifique las creencias del pueblo y su sometimiento ciego a doctrinas religiosas tradicionales que más que liberarlos los estaban esclavizando. Son los dos grandes promotores de la prensa árabe y formaran el denominado grupo de los “salafies” junto con Rasīd Ridā y al-Kawākībi, (“The origin and early development of the Salafiyya in this country is above all connected with the names of Afg̲h̲ānī, ʿAbduh, al-Kawākibī and Ras̲h̲īd Riā”).[9]  Este concepto de reforma en el Islam es un deseo de volver a como estaba al principio; la raíz [slf] indica el concepto de mirar hacia atrás, mirar el modelo inicial ideal. Todos ellos, para dar legitimidad a sus postulados y acallar las críticas de los fundamentalistas de Al Azhar, no dudaran ampararse en El Corán: “Dios no cambiará la condición de un pueblo mientras éste no cambie lo que en sí tiene” Corán, 13:11.[10]

II.            APUNTES BIOGRÁFICOS.

          Qasim Amim, de madre egipcia y padre de origen turco, nació en Alejandría el 1 de Diciembre de 1863 y murió el 22 de Abril de 1908. Su padre Mohammed Bey Amin Khan pertenecía a la aristocracia otomana turca asentada en Egipto y llegó a ser gobernador del Kurdistán antes de que la familia se estableciese en Alejandría. La madre de Qasim era hija de Ahmad Bey Khattab, un miembro honorable de la familia de Muhammad Ali Pasha.
         En su infancia y juventud, Amim recibió estudios en las escuelas más privilegiadas y elitistas de Egipto. La escuela primaria la cursó en Alejandría y en 1875 se trasladó a El Cairo a la Escuela Preparatoria. Este estamento estaba muy influenciado por las corrientes educativas europeas que se estaban introduciendo en la sociedad egipcia. En 1881 obtuvo el título de abogado en la Escuela Khedival y el gobierno le otorgo una beca para continuar sus estudios en la Universidad de Montpellier en Paris, dónde completó sus estudios de Derecho y: “he went to complete his studies of law in Paris where he continued to follow, with the passion and restlessness that had been his since the first signs of them appeared in Cairo”.[11]

         A su regreso de Francia, Amim se convirtió en funcionario al servicio del Imperio británico instalado en Egipto. En 1885 fue nombrado miembro del jurado en los tribunales mixtos. Estos tribunales, Las Cortes Mixtas, tenían fama de estar muy influenciados por la legislación europea y se decía que eran una mezcla del sistema judicial de Napoleón y la ley islámica. En 1887 ocupó un alto cargo en la Sala de Asuntos Jurídicos que estaba muy influenciada por el sistema judicial occidental. Su más alta cota en la judicatura la alcanzó cuando fue elegido juez de los Tribunales Nacionales de Egipto, que tenía como denominación Canciller de la Corte de Apelaciones Nacional de El Cairo. En el ámbito académico llego a ser Secretario general de la Universidad de El Cairo y posteriormente ocupó el cargo de vicepresidente en dicha institución.

         La ocupación británica de Egipto producía un gran rechazo en todos los intelectuales que, como Amim, habían tenido contacto con occidente y este es un hecho relevante que sirvió como espoleta de agitación para todos ellos. La actividad política de Qasim Amim se centra desde ese momento en lograr la independencia de Egipto, y para alcanzar este objetivo necesita que la mujer juegue un papel activo en todos los ámbitos sociales. Es así como sigue los pasos de su maestro Abduh en cuanto a los planes de reforma de las cortes judiciales, pues tal y como estaban hasta ese momento constituidas no podían dilucidar las transformaciones que acontecían en las relaciones personales en el seno de las familias.

         Qasim Amim se adscribió pronto al movimiento reformista que abanderaba Muhammad Abduh, en particular en sus pretensiones educativas y jurídicas. Los puestos que ocupó en la administración de la judicatura egipcia le permitieron desarrollar la labor iniciada por su mentor. En este empeño revitalizador de la sociedad egipcia se encuadraría el papel que la mujer debía ocupar en una sociedad moderna y en continua evolución. Para ello era imprescindible eliminar las dificultades educativas, sociales y familiares que la subyugaban. La publicación de su primer libro, “La liberación de la mujer”, así lo atestigua ya que lo escribió con este objetivo que en palabras de Pacheco Paniagua venia a argumentar los siguiente: “ […] el mejoramiento de la vida de la mujer egipcia en particular, y árabe en general, debe conseguirse a partir de los postulados de un Islam rectamente entendido como creencia capaz de satisfacer los retos de una nueva educación social”. [12]

        Djamal al-Din al-Afgani y su discípulo Muhammad Abduh, ambos refugiados en Paris, son los dos grandes pilares en los que Qasim Amim se apoyó para propugnar la reforma de la sociedad egipcia. Murió en 1908, sin llegar a ver las reformas que se introdujeron a favor de la mujer árabe en su país y por las que él tanto había luchado y: “and which continued to be the object of the struggle in Irā of the poet j̲amīl idī al-Zahāwī [q.v.], in Tunisia of al-āhir al- addād [q.v.] and in Egypt, notably, of the woman writer Malak ifnī Nāif [q.v.], surnamed Bāit̲h̲at al-Bādiya”.[13]

III.        AMIM Y LA NAHDA.
             El término Nahda procede de la raíz árabe NHD que significa “levantarse, “ponerse en pie” con la connotación de “estar en forma” “estar listo para”. Este vocablo se ha utilizado para designar el renacimiento de la literatura y el pensamiento árabes bajo la influencia occidental desde la segunda mitad del siglo XIX principalmente. No tiene nada que ver con el Renacimiento europeo del siglo XVI, que fue un retorno a los cánones clásicos grecorromanos de la antigüedad. Otros muchos han terminado por traducir el término Nahda como “despertar”, una aspiración que los reformistas egipcios en particular perseguían para la sociedad egipcia en su conjunto. Esta traducción está relacionada con la estatua situada frente a la estación de tren de El Cairo denominada Nahdat Misr “El despertar de Egipto” (“[…] to the famous statue by the sculptor Muk̲h̲tār, situated in the square in front of the Cairo railway station [...]”).[14]

         El movimiento de la Nahda es un tema que en principio puede parecer simple, pero que es de una extrema complejidad. Como bien señala M.M. Badawi[15] ,la Nahda fue producto del encuentro de dos fuerzas: la tradición autóctona de la época tribal y las formas importadas de occidente. Esta influencia llevaba a que muchos autores árabes publicasen sus obras en otras lenguas europeas, francés o inglés principalmente. Para este autor el movimiento denominado Nahda se suscitó a raíz de la campaña de Napoleón en Egipto en 1798, y de esta opinión son otros muchos estudiosos, no así Gibb[16] que traslada hasta mediados del XIX el verdadero surgimiento de la Nahda. Para apoyar esta tesis conviene recordar  las fechas que el propio Badawi menciona a raíz de las campañas colonizadoras: Francia invade Argelia en 1830, Gran Bretaña ocupa Aden en 1839, Francia ocupa Túnez en 1881, los británicos entran en Egipto en 1882, Italia en Libia en 1911 y en 1920 Francia obtiene el mandato sobre Siria y Líbano. La campaña de Napoleón apenas duró tres años y fue dos décadas después cuando realmente se produce la verdadera presencia occidental en tierras árabes. La invasión napoleónica en Egipto puede decirse que produjo importantes fricciones entre el mundo occidental y el mundo árabe, lo cual puede percibirse en su literatura. Esto no es óbice para considerar dicha fecha como el momento de iniciación del renacimiento árabe moderno que en palabras de Martínez Montávez responde: “ […] más al deseo de buscar una fecha significativa y convencional que a una auténtica y rigurosa comprobación conforme al desarrollo de los hechos”.[17]   Y, como señala Badawi, lo cierto es que este resurgir literario comenzó a hacerse sentir: “ […] began to make itself felt […]”[18], en Egipto y Siria para extenderse poco a poco por todo el mundo árabe. Por consiguiente, no se trataba de una continuación de las formas literarias vinculadas al pasado, sino que a través de las influencias occidentales se introducen  géneros desconocidos, como son el teatro y la novela de cuño europeo, y la adopción de formas poéticas simbolistas y de inusitada abstracción. Poco a poco todas estas nuevas formulas literarias impulsadas por un notable elenco de poetas, escritores, novelistas, ensayistas y críticos fueron siendo aceptadas por el gran público.

          En cuanto al pensamiento islámico y la Nahda, no son equiparables los argumentos que se aplican al resurgir de la literatura árabe con el movimiento de apertura y reformismo de los ámbitos religiosos y políticos. Podría decirse que este movimiento surge con el aumento de conciencia de una sociedad que entra en contacto con la cultura y el desarrollo científico, político y social occidentales. Sobre este aspecto, es importante destacar el hecho de que los otomanos habían sumido al mundo árabe durante tres siglos a un sometimiento cultural e ideológico en donde su propia lengua se vio relegada a un papel secundario en beneficio del idioma turco. El propio Napoleón cuando llega a Egipto proclama que su venida es para defenderlos del turco opresor y devolverles su dignidad perdida. Es decir, que la Nahda tiene un componente de reacción lingüística que esta imbricada con el despertar ideológico y político. Este movimiento de renacimiento y despertar va acompañado por una inquebrantable fe en el futuro y una sólida confianza en el progreso de las sociedades a todos los niveles. Por un lado se buscó una revisión interna de la ideología islámica  y por otro supuso una liberación de las cortapisas del pasado que impedían avanzar hacia una anhelada modernidad de corte occidental, (“The one, endogenous, sought an internal revision of the Islamic phenomenon, and this is what is known as “reformism”. The other, exogenous, was born out of East-West contact and is correctly defined as Naha—a liberation and rejection of the shackles of the past, as well as an advance towards modernism as represented by foreign models”).[19]

        Los preludios de la Nahda podemos situarlos durante el gobierno de Muhammad Ali (m.1849), donde se toma contacto con la prensa y la novela europeas y que significó un intento de adaptación de dichos modelos. En este momento, los primeros becarios se dirigen a Europa, en particular a Francia, y será a raíz de la ocupación inglesa en 1882 cuando se intente integrar las corrientes occidentales en todos los ámbitos culturales, sociales y políticos de la sociedad egipcia. Sin embargo, en Líbano y en concreto Beirut, se están creando centros culturales de primer orden de signo occidental que van destinados a las elites influyentes como son La Universidad de San José en 1881 y la Americana en 1866. En Líbano la presencia de la población cristiana tenía un peso específico y todos conocían bien el francés, por tanto estaban preparados para adquirir las modas que llegaban de Europa con mayor agilidad y eficacia. A decir de Juan Vernet, la Nahda no se entendería sin estos precursores que son los que crearon la lengua árabe moderna y los primeros periódicos.[20]

         El desarrollo de la prensa árabe es uno de los exponentes más relevantes del cambio que se introduce con la Nahda. Y es que la prensa estaba jugando un papel primordial en la difusión de la ideología de reformistas como Amim. Comienza a elaborarse un vocabulario nuevo que recoge los sentimientos nacionalistas, la nueva ideología en lo social, lo político y lo económico. Se está construyendo un lenguaje capaz de expresar conceptos innovadores mediante la reutilización de términos antiguos, la incorporación de préstamos directos y la creación de palabras con afijos. La prensa está transformando el lenguaje hasta el punto de utilizar verbos compuestos que antes no existían como tales en los usos del perfectivo e imperfectivo clásicos de la lengua árabe. Se consiguió elaborar una sintaxis más flexible por medio de la utilización del relativo y otras formas gramaticales provenientes de los dialectos árabes o de lenguas extranjeras. Toda esta evolución se hizo de forma gradual y sin abandonar radicalmente las maneras retóricas en el discurso sobre los problemas sociales y políticos. Se ponía de manifiesto una simbiosis entre las formulas tradicionales, los viejos clichés y las nuevas expresiones, aunque todas ellas con matices, que transmitían un nuevo significado. A raíz de de esta elaboración, la prensa se convierte en un foro de innovación y foco cultural de primer orden. Abundan los ensayos políticos y sociales e incluso la divulgación de la ciencia por medio de una popularización educativa. Por supuesto, la prensa recogía mucha información proveniente del exterior que transmitía a sus lectores a través del desarrollo de un vocabulario adecuado para tal fin. Es decir, que todo este nuevo vocabulario estaba moldeando unos profundos cambios en los patrones de pensamiento de los egipcios. La tradición oral había dado paso al medio escrito como un nuevo método de transmisión cultural propio de la civilización moderna y de los logros de la ciencia. Se lograron difundir las nociones de libertad, respeto al individuo, derechos de la mujer y la aspiración a una democracia constitucional. Sin embargo, todos estos anhelos se vieron frustrados cuando se comprobó que la imposición colonial no estaba dispuesta a permitir el desarrollo de un sistema coherente de libertad e independencia árabe. La indignación y la ira arraigaron en las sociedades arabo musulmanas tras las dos Guerras mundiales que supusieron el finiquito de una ansiada construcción nacionalista que combinase los logros europeos con el pasado árabe. Occidente descubrió entonces “[…] with amazement that peoples whose national dignity had been injured will turn to their cultural and religious heritage, however mediaeval and obscurantist this may be, and find there the words and the weapons to express its anger”.[21]

         El movimiento reformista que perseguía una redefinición de los postulados islámicos tuvo como paladines a al-Afgānī y a Muhammad ‘Abduh quienes utilizaron los periódicos como arma propagandística de sus ideales. Éste último, como profesor de la universidad religiosa de al-Azhar, llegó a explicar con detalle y por primera vez en este centro, el pensamiento y la visión de la historia que Ibn Jaldún exponía en su Muqaddima. ‘Abduh a su vuelta de Paris reformó la enseñanza de Al Azhar introduciendo materias hasta entonces relegadas como eran la retórica, el álgebra y la literatura y formó una generación de discípulos entre los que destacó Qasim Amim.  Las proclamas de ‘Abdúh iban dirigidas contra los tradicionalistas religiosos que eran los responsables de la decadencia moral e intelectual del mundo islámico. Por otro lado, algo que marcó la línea reformista de Amim fue la denuncia que ‘Abduh hizo de la dominación patriarcal de la mujer en la familia en nombre de la sharia. ‘Abduh proponía para todos los musulmanes el retorno al verdadero mensaje de la Revelación que daba a las mujeres condición de igualdad en todos los órdenes frente al hombre. Por supuesto, entre sus ideales estaba la resistencia contra las tropas imperialistas occidentales que tenían dominado al país y la lucha por la liberación e independencia de Egipto y del mundo musulmán. Amim suscribió todas estas proclamas y continuó la labor de ‘Abduh insistiendo en la idea de la inferioridad de la sociedad egipcia frente a las sociedades occidentales si continuaba marginando la labor esencial de las mujeres. La contribución de Amim a la Nahda en lo literario radica en los ensayos sobre el papel de la mujer en sociedad como queda reflejado en sus obras; y en lo social y político hay que encontrarlo en su enconada lucha por una mujer más libre y más educada a nivel académico que pueda contribuir a cimentar una sociedad mejor.

         La campaña reformista de Amim buscaba una solución constitucional a los problemas políticos de Egipto teniendo presente el espíritu de los primeros siglos del Islam. Para alcanzar el despertar del mundo musulmán intentó conciliar las formas tradicionales con el conocimiento moderno en una apuesta decidida por abrirse al mundo sin destruir los valores del Islam y de la propia identidad árabe. El movimiento Nahda, en los ensayos de Amim, se decanta por reconocer explícitamente la necesidad de rectificar de las sociedades islámicas que se han quedado obsoletas frente al mundo occidental técnicamente mucho más avanzado. Se apostaba, por tanto, por una convivencia en sociedad mejor basada en el progreso técnico, científico y cultural que sacase al mundo musulmán del grado de ignorancia y oscuridad en el que había caído. Sin embargo, estas esperanzas no se vieron del todo cumplidas, pues tras  la primera guerra mundial a la que se vio abocado el mundo árabe, continuó la ocupación extranjera en la mayoría de los países árabes lo cual destruyó los anhelos de libertad que: “[…] had previously accompanied the dialogue, giving rise instead to feelings of frustration and rejection”.[22]


IV.        LA NUEVA MUJER.

       Qasim Amim publicó en 1900 “Al-mar’a al-ŷadīda” traducida al castellano como “La nueva mujer”, en parte como respuesta al rechazo y la critica que suscitó la edición de su libro titulado “Tahrīr al-mar’a” (“La liberación de la mujer”). En este libro Amim ya adelantó su postura en cuanto a la corriente reformista que preconizaba una actualización de la ideología islámica referida al trato dado a la mujer en la sociedad egipcia. Es así como insiste en que el Islam se adelantó a Occidente en la relación de igualdad entre géneros: “La ŝarī’a, en consideración y piedad con la mujer, llegó a descargarla de los agobios de la vida, liberándola de la obligación de cargar con los gastos de la casa y de la educación de sus hijos, contrariamente a algunas leyes occidentales que establecieron la igualdad entre mujer y hombre solamente en lo tocante a las obligaciones, privilegiando al varón en lo relativo a los derechos”[23] Este era el camino trazado por Abduh, que entendía la reforma no como una ruptura, sino como un restablecimiento de los contenidos expuestos en la ŝarī’a. Sin embargo, esos postulados fueron muy criticados por los intelectuales adscritos al sector conservador que no deseaban transformación alguna.

        “La nueva mujer” es, por tanto, una defensa ante las críticas del inmovilismo ultra ortodoxo y, a la vez, una proclama por la mejora de la situación de la mujer egipcia centrada concretamente en la educación y la supresión del velo. La experiencia en la abogacía de Amim le sirve para elaborar un texto que es una defensa de las razones que amparan el derecho de la mujer egipcia desmontando todos los argumentos de sus oponentes. Entre sus páginas podemos entrever la aquiescencia de Amim con el progreso social y científico de Occidente, además de mostrar una actividad manifiesta en revitalizar a la mujer en todos los ámbitos de la vida en el mundo árabe. Para él, el progreso social y la liberación de la mujer van al unísono y Egipto no recuperará su dignidad como nación hasta que la mujer egipcia no se libere de su atraso y se incorpore con éxito a la función social que por naturaleza le corresponde. Es evidente que Amim comprendía claramente que su mensaje sólo podía calar en la clase ilustrada que representaba la avanzadilla del progreso y que, por supuesto, ocupaba los puestos dirigentes e influyentes del país. Pero también sus postulados pretendían moldear una innovadora mentalidad en las nuevas generaciones que representaban la esperanza de un futuro sin degeneración social y política como la que vivía el mundo árabe, y en particular la sociedad egipcia.

         Las propuestas sociológicas de Amim están influencias por la incipiente corriente del sociologismo francés apadrinada por Emile Durkheim (1858 – 1919) para quien las transformaciones de una sociedad corresponden a una variación simultánea de los sentimientos y las percepciones de sus miembros. Una nueva etapa de la sociología estaba abriéndose paso principalmente a raíz de la publicación por Durkheim de “Las Reglas del Método Sociológico”, en donde reflexiona sobre la noción de ideología, la distinción entre lo normal y lo patológico y especialmente sobre el concepto de nuevo cuño denominado: el hecho social. Las propuestas de Durkheim son apercibidas por Amim como un antídoto contra la decadencia social de su propio país y si se aferra a ellas es por la correspondencia que puede encontrar entre sus propuestas reformadoras y los ideales sociológicos de aquél: “Para revitalizar el espíritu de familia allí donde está debilitado no basta con que todo el mundo comprenda cuáles son los beneficios que tal espíritu proporciona; hay que hacer que actúen directamente las únicas causas que son capaces de engendrarlo”.[24] El hecho social para Durkheim viene acompañado de dos factores intrínsecos al propio hecho en sí mismo; uno correspondería a la incorporación de un individuo, sea hombre o mujer, a la sociedad por un proceso de socialización y otro hace referencia a la relación que se establece de toda una generación de individuos en un momento dado del tiempo. La subjetividad particular de cada individuo estará acompañada por una ininterrumpida secuencia de creencias e improntas culturales que le vienen impuestas socialmente y que determinaran su vida. El individuo así es un ser intimo frente a lo exterior social que lo atrapa como algo suyo. Mientras que la vida individual es discontinua, la vida social se percibe como continua e intrascendente.

        “La nueva mujer es uno de los frutos de la moderna civilización que apareció en Occidente como consecuencia de los descubrimientos científicos […]”[25] Con esta premisa comienza Amim su libro “La nueva mujer”, dejando patente que la modernidad va pareja con los adelantos científicos occidentales. Estas palabras están insertadas en el prefacio de su libro en el que de forma manifiesta apuesta por la libertad y la igualdad de la mujer acorde a los nuevos tiempos. Si se han alcanzado cotas de libertad en Occidente es gracias a la ciencia que ha liberado al ser humano de falsas creencias. Este es el verdadero velo de la ignorancia mantenido por sabios de Europa, filósofos, poetas y sacerdotes que se mofaban de las mujeres acusándoles de infantilismo y menguado entendimiento. Sin embargo, esto ha cambiado en el mundo occidental ya que todos ellos se han dado cuenta “ […] de que habían sido ellos, y solamente ellos, los causantes y acicates de la decaída y degenerada condición de las mujeres”.[26] Destaca Amim como, a partir de este momento, la mujer en Europa comienza a cultivar su inteligencia alcanzando derechos naturales que la correspondían y participando con el hombre en el aprendizaje los saberes de las escuelas, en las sesiones de las sociedades científicas y viajando por el mundo. Esta es la meta de Qasim Amim y la corriente reformista que representa, el que la mujer egipcia alcance esta privilegiada situación cultivando la inteligencia y el carácter, lo que las permitirá alcanzar una vida más dichosa y feliz.

         Qasim Amim no duda en justificar sus proclamas recurriendo no solo al texto coránico, sino a la vida y hechos del Profeta cuando, refiriéndose a sus mujeres, es reconocido por todos que hablaban con otros hombres e incluso que Aysha llegó a mandar un ejército en la famosa batalla del Camello. Critica duramente a los ulemas de Al Azhar por fijarse exclusivamente en la literalidad del texto coránico, los vocablos y las construcciones gramaticales y lingüísticas, sin entender los fundamentos de la religión que el mismo contiene. Destaca como la ley canónica islámica otorga a la mujer capacidad suficiente para administrar su patrimonio sin prohibirla ejercer profesión alguna incluso para “ […] que se pueda hacer cargo de las funciones de muftí y de cadí,[…]”[27]

          Como desagravio a la condición de la mujer en Egipto, Amim hace un somero repaso de la mujer en la historia denunciando que su situación actual es consecuencia de una sucesión de imposturas que de forma deliberada la han conducido a un sometimiento vejatorio y desigual. Cuando el hombre abandona el nomadismo y comienza su periplo sedentario, la mujer entra en la familia y esto motivó la pérdida de su independencia. De esta forma señala Amim que entre los griegos, romanos, germanos, hindúes, chinos y árabes, el cabeza de familia era el señor de su esposa. Este fue el modelo que se perpetuo a lo largo del tiempo y de las diferentes civilizaciones, el que el marido tomaba posesión de su mujer como quien adquiere un esclavo; es decir, que el pacto matrimonial se consolidaba a través de la compraventa. Esta situación tomo carácter legal desde el momento en que se institucionaliza con el Derecho Romano que declara al marido poseedor de todos los derechos de la mujer pudiendo venderlos a su vez a una tercera persona. Si el marido fallecía, la esposa y los demás bienes constituían la herencia de los hijos varones. De esta manera, la mujer no es beneficiaria de ningún legado, aunque esta situación se amortiguó en parte cuando se le otorgaron derechos de herencia y propiedad, pero nunca para alcanzar el grado de igualdad con el hombre. En la India la mujer no tenía personalidad jurídica, en Grecia se la obligaba a cubrirse con un velo y en Roma no podía testificar en un juicio.  En Europa estaba sometida al poder eclesiástico, hasta el punto de negarla la posesión de un alma inmortal, como quedó reflejado en el Concilio de Nicea. Estas bases de derecho se establecieron desde un poder arbitrario que para nada tenía en cuenta los derechos y la libertad que la mujer podía tener. Qasim Amim va más allá en sus consideraciones cuando arremete con la forma de gobierno inmovilista  y despótico que las sociedades orientales siguen manteniendo de forma inmutable. Señala además que esta es la causa de su gran atraso y la imposibilidad que tienen de avanzar unidas hacia un progreso civilizador. Por todo ello, la historia nos enseña, según Amim, que la situación política y la situación familiar van unidas en todos los países. Es decir, en aquellos lugares en que las mujeres pueden disfrutar de su libertad personal, los hombres alardean de libertad política lo que implica “[…] que ambas libertades están indisolublemente unidas”.[28] La apuesta de Amim en favor de los derechos de la mujer apoyándose en los hechos históricos provocó innumerables controversias y protestas, ya que procedían de un representante ilustrado de la judicatura que además era musulmán: “The outcry against Amin was intense because of his status as a male Muslim and respected judge who not only insisted that his views conformed with Islam, but also used secular arguments.”[29]

        Los argumentos esgrimidos por Amim a favor de la inclusión de la mujer en la toma de decisiones que afectan a Egipto continúan vertiéndose de forma clara y precisa a lo largo de su obra “La nueva mujer”. Es así como nos demuestra estar perfectamente informado de lo que está ocurriendo en los EEUU con respecto al derecho al sufragio de las mujeres y su participación activa en un sistema político democrático. Amim va desgranando opiniones de distintos congresistas americanos que reconocen el acierto de haber dado a las mujeres el derecho al voto e incluso haberlas otorgados puestos de responsabilidad en la judicatura. Sorprende como Amim hablando de los EEUU cita como estados de la Unión a Chile y Zelanda[30], lo que puede interpretarse como una muestra de desinformación de la prensa escrita. Entendemos que ésta sería una de las principales fuentes de recepción de noticias de las que se proveía Amim, como todos los intelectuales del momento. Sin menoscabo de esta puntualización, Amim insiste en la naturaleza libre de la mujer, que solamente la perdió cuando se constituyó la familia entrando en un estado de servidumbre. Después de estas dos etapas, la mujer pudo alcanzar determinados derechos que solamente la tiranía del hombre le cercenó. Pero es ahora en esta última etapa que se está viviendo de la plenitud del desarrollo social cuando la mujer se ha hecho libre por completo y ha podido equiparar gran parte de sus derechos con los del varón. Señala Amim que la mujer egipcia todavía se encuentra en la tercera etapa en la que es considerada persona libre de forma legal, aunque en su situación familiar no lo sea en absoluto. Achaca esta situación al imperio de las costumbres ancestrales que todavía perviven en el seno de la comunidad egipcia, donde por un lado se vive en un sistema legal propio de un país libre, pero que en cuanto a las costumbres manifiesta claramente los de una nación esclavizada. Es así como aboga por la evolución natural de la mujer que la lleve a una perfección más completa mientras que: “Decir que debe perpetuar su inmovilismo es imponerle una condición antinatural, porque si en el pasado evolucionó puede seguir haciéndolo ahora”.[31]

        Qasim Amim en su estancia en Francia había podido tomar contacto con toda la huella que la Ilustración había dejado en la realidad social y política francesa. De hecho, en el libro que estamos comentamos se hace eco de las palabras de Condorcet, (1743 – 1794), sobre la igualdad y la libertad:”[…] nadie tiene derechos sobre nadie y que cada individuo tienen derechos iguales a los de sus semejantes […]”[32] La similitud de pensamiento entre ambos ideólogos es manifiesta, pues los dos coinciden en la defensa de los derechos humanos y, en particular, los de la mujer que deben ir parejos al progreso y el desarrollo de la ciencia. Condorcet durante la Revolución Francesa tuvo un papel activo en la implantación del laicismo en la enseñanza y apostó por el voto femenino y la admisión de las mujeres en el derecho de ciudadanía, pero al ser simpatizante de los Girondinos acabo en la cárcel cuando los Jacobinos  impusieron  sus criterios. Se vio así envuelto en una lucha de poder en donde se enfrentaban dos corrientes opuestas a la hora de reformar el Estado francés: por un lado la que apoyaba Condorcet, partidario de una reconstrucción pacifica del país, y por otro Robespierre y los Jacobinos, que propugnaban una eliminación del pasado imperial francés. Era partidario de un progreso indefinido de la sociedad que debía ser impulsado por medio de la educación y que conduciría a una mayor igualdad de derechos entre los individuos. Poco antes de su muerte, y cuando se encontraba en situación clandestina, escribió su “Esbozo para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano” en donde disecciona la evolución de la actividad humana a lo largo de  la historia en nueve etapas más una futura plena de progresos. En este libro podemos apreciar el pensamiento político del autor con el que creemos debió identificarse Qasim Amim. Entre sus páginas destaca su apuesta por los derechos naturales, la igualdad, la representación participativa del ciudadano, la idea de progreso y el imperio de la ley que junto con la instrucción pública deben ser los motores de la transformación social y política. Es más que probable que  Amim, cuando lo cita, haya podido tener acceso al pensamiento de Condorcet a través del mencionado libro, en concreto por la similitud de coincidencias con las premisas que aquél defendió en la reforma de la sociedad egipcia como puede apreciarse: “ […] que la superstición que cubre al despotismo con un escudo impenetrable es la primera víctima que ellos deben inmolar, la primera cadena que deben romper;[…] denunciando la superstición antes los déspotas como la verdadera enemiga de su poder,[…]unidos para presentar la independencia de la razón, la libertad de escribir, como el derecho[…]contra todos los crímenes del fanatismo y de la tiranía; persiguiendo en la religión, en la administración, en las costumbres, en las leyes, todo lo que mostraba el carácter de la opresión[…]”[33]

        La libertad individual y en sociedad es uno de los capítulos a los que Qasim Amim dedica una mayor extensión en su libro “La nueva mujer”. Desde un primer momento nuestro autor sitúa al ser humano fuera de la tiranía política impuesta y lo inscribe en un continuo crecimiento social de y en libertad. Una aspiración creciente de la que la persona no se desvincula, sino que su aspiración es alcanzar un mayor grado de libertad en todos los órdenes. Amim se refiere a una libertad de pensamiento y de acción sin sometimiento a voluntades ajenas. Este amplio concepto de libertad lo hace extensible a la mujer musulmana que al estar dominada por el varón  no es, a juicio de Amim, “[…] un ser humano completo[…]”.[34] Por todo ello critica duramente la tradición islámica de obligar a la mujer a casarse con un hombre que no conoce y la prohibición existente para divorciarse de él. Este hecho lo califica Amim de signo de esclavitud ya que frena el desarrollo de sus capacidades innatas, pues la mujer ni vive por sí ni para sí, sino tan solo en función del hombre. Pero donde más se muestra intransigente es en la utilización del velo por parte de la mujer musulmana, una costumbre que no duda en denunciar como abyecta para la condición de la mujer ya que: “[…] nuestros varones saben perfectamente que el velo y el manto de paseo son el baldón de la ignorancia y de la debilidad, marchamos fraudulentos.” [35]Amim denuncia que el velo es un símbolo de una tiranía ancestral y la prueba de una incivilizada costumbre decidida por el hombre para que la mujer viva en la ignorancia, ya que la considera no apta para la formación intelectual y la perfección moral. Para erradicar este estado de indigencia en que se encuentra la mujer egipcia, Amim aboga porque la mujer sea dueña de su propio destino y pueda acceder a una formación académica que la permita desarrollar su inteligencia. Lo contrario es abonar la ignorancia y la ceguera ya que, como recalca Amim, el uso del velo es el resultado de una circunstancia social arcaica desde el punto de vista político, mental y educativo. El perpetuar estos hábitos ha conducido a la sociedad egipcia a ser considerada como déspota para el mundo occidental cuando para Amim esto no es real; en cambio al querer mantener la estabilidad familiar se ha caído en la instauración de una tiranía manifiesta. De esta forma se encarcela a las mujeres, se las arrebata de su libertad y los hombres se arrogan el derecho a dirigir el matrimonio y a educar a los hijos “[…] por medio de órdenes, prohibiciones, miedo y agresión física”.[36]

        Después de esta exposición feroz de argumentos de denuncia de la condición en que se encuentra la mujer egipcia, Qasim Amim destaca en capítulo aparte lo que es necesario para la propia mujer. En primer lugar, incide en que la mujer debe estar preparada para cumplir con la obligación que se le presente en cualquier estado de necesidad. Esta formación debe ser práctica por el contraste con la realidad existente y teórica por el estudio. No puede caerse en la hipocresía de los ulemas de Al Azhar que inciden en señalar que solo cuando llegue el caso y la mujer tenga necesidad debe preparársela, lo cual es lo mismo que decir que para cuando lo necesite no tendrá recursos para afrontar dicha situación y se la abocará a su propia ruina personal y social. Es labor, por tanto, de los padres instruir a sus hijas con el fin de preservarlas de daños y perjuicios para que puedan ellas mismas en un futuro servirse de sus conocimientos en caso de necesidad. En la situación en que se encuentra la mujer en la sociedad egipcia en la fecha que Amim escribe estos alegatos no está capacitada para actividad alguna adecuada a su condición, a excepción de servir como criada en una casa o vender baratijas por la calle. Esta situación indigna es la quieren cambiar los reformistas educando a la mujer para que tenga un lugar en la sociedad atendiendo siempre a su dignidad personal. La mujer es considerada como un ser humano completo y no una materia que el hombre moldea a su antojo. Por tanto, se hace necesaria una transformación radical de la condición de la mujer egipcia que la otorgue el derecho a ocuparse de los trabajos que considere necesarios para ganarse la vida y que encamine su formación hacia la consecución de un empleo útil de todas sus fuerzas y capacidades; es decir: “[…] es preciso que todas las mujeres estén preparadas para cualquier trabajo si tienen alguna vez necesidad de hacerlo”.[37]

         Qasim Amim ha insistido hasta ahora en la educación y en la exposición de los medios necesarios para que la mujer pueda ser la protagonista de su vida según su propia conveniencia. Pero también la mujer puede ser muy útil a la familia asumiendo su responsabilidad de una forma libre e integradora. Para ello Amim persevera en la idea de que una mujer preparada y libre tiene grandes posibilidades de ser útil a la familia mientras que si es ignorante y servil no puede aportar nada constructivo al hogar familiar. La función de la madre en la familia puede ser muy beneficiosa al ser la guía de las almas de la infancia y su preparación para ser adultos de provecho. De esta forma la función de la mujer en la sociedad conforman la moral y la ética comunitaria que influirán en la colectividad e incidirán en el progreso o decadencia de las naciones. El bagaje intelectual de Qasim Amim queda puesto de manifiesto en su libro “La nueva mujer” cuando comienza a enumerar citas de una serie de filósofos y sociólogos que le han influenciado ideológicamente y sobre los que sustenta sus argumentos en defensa de la mujer y para contrarrestar los ataques de los ulemas de al Azhar que citamos a continuación: “Dice Simmel: “La mujer ejerce una función más decisiva en la perfección de la especie humana que cualquier preceptor,[…]” Schiller, por su parte manifiesta: “Cada vez que se encuentra a un hombre que ha llegado a las más altas metas, encontramos a su lado a una mujer amorosa”. Rousseau afirma: “Los hombres son como quieren las mujeres que sean. Si quieres hombres virtuosos, enseña a las mujeres la virtud”. Y dijo Fenelón: “Las obligaciones que se exigen a la mujer resultan ser fundamentales para la vida humana, pues ella administra los asuntos del hogar, y por ello mismo adquiere el rango más alto en la edificación o en la corrupción de los caracteres. La nación no es algo que se forme por sí misma, como se suele creer, sino que es el conjunto de todas las familias; por ello, la única que puede educar a la nación es la mujer”. Lamartine opina que, “cuando la mujer lee un libro, es como si lo leyeran también su esposo e hijos””.[38]  Consideramos conveniente ahora hacer un pequeño repaso por alguna de las figuras que marcaron el pensamiento de Amim, así Georg Simmel (1858 – 1918), sociólogo y filósofo alemán que dio gran importancia a la interacción social y centró sus investigaciones en torno al análisis de fenómenos que por entonces se consideraban ajenos al estudio científico de la sociedad moderna. Es así como dedicó una serie de ensayos al estudio del diferente carácter de los dos sexos y las repercusiones que ello causa en la sociedad. Dado que era el momento de la incorporación de la mujer al ámbito de la cultura europea, Simmel intenta comprender y explicar las repercusiones sociales que este hecho histórico está produciendo. De esta forma Simmel en su ensayo “Cultura femenina 1911” manifiesta: “No solo se ha definido muy pronto a la mujer, a partir de un concepto del desarrollo metafísico, como la “posibilidad” para la que el hombre es la “realidad”, sino que, permaneciendo en la línea psicológica de la mujer, su ser parece contener tantas posibilidades no realizadas, tantas promesas incumplidas, tanta energía y tensión retenidas, que sólo con su liberación en actividad alcanzaría ese ser su finalidad y se revelarían sus valores y capacidades”.[39] Friedrich Schiller (1759 – 1805), dramaturgo, filósofo e historiador alemán que persiguió la educación estética del hombre basada en un equilibrio entre la razón y el sentimiento. Para ello alternó obras dramáticas e idílicas que pretendían alcanzar una transición pacífica hacia un estado razonable que eliminase la fuerza bruta que se había desplegado con la Revolución francesa. Acercó a los lectores en lengua alemana los ideales dieciochescos de razón, humanidad y libertad. Las ideas políticas de Jean Jacques Rousseau (1712 – 1778) fueron de las que más influyeron en la Revolución francesa por su pensamiento radical y revolucionario. Su obra más reconocida “El contrato social” elabora una nueva política basada en la voluntad general y en la soberanía del pueblo. Desarrolló un esquema social en donde el poder recaía en el pueblo ya que el hombre nace libre por naturaleza. Este poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el bien común de los individuos. Sin embargo, Rousseau argumenta que el hombre no se asocia de forma natural, sino que las necesidades de supervivencia en sociedad le imponen esta sociabilidad de la que el hombre reniega por naturaleza ya que no nació para estar asociado con otros. La vida en sociedad impone al ser humano la moral y la razón necesarias para establecer un modelo de convivencia capaz de crear un orden social equilibrado. Esto hace que se evite la dominación de unos sobre otros participando así todos los miembros de la sociedad de las decisiones que le atañen a cada uno de ellos. Estos postulados son el germen de la instauración de la democracia como el sistema político en el que todos sus miembros reconocen la autoridad de la razón para gobernarse por una ley común que nace de ellos mismos. Es así como el pueblo soberano debe llevar a cabo una deliberación pública, tipo referéndum o sistema electoral, en donde todos los ciudadanos estén en el mismo plano de igualdad. Para Rousseau la institución de gobierno, el poder ejecutivo, no es un contrato ya que: “Siendo todos los ciudadanos iguales por el contrato social, lo que todos deben hacer todos pueden prescribirlo, así como nadie tiene derecho a exigir que haga otro lo que él mismo no hace”.[40] Como hemos podido comprobar, Amim se nutre de todo el pensamiento europeo que desde la Ilustración estaba introduciendo grandes transformaciones en la vida política y social occidental y que en este momento se están exportando a Oriente a través del movimiento reformista. No es de extrañar por tanto que a la luz de todas estas ideas Amim se convierta en defensor a ultranza de la libertad individual de las mujeres. No por ello deja de arremeter, al mismo tiempo, contra la censura en el hablar, escribir o actuar que los gobiernos orientales han adoptado en su quehacer despótico. Esta tiranía la achaca Amim, entre otras causas, al pertinaz temor que esta anquilosado en las jerarquías gubernamentales de los países de Oriente. Por ello reclama una decidida apertura ya que “[…] nada podemos temer al permitir que nuestras mujeres tengan derecho a pensar […]”[41] y por ende, a actuar, una vez que han adquirido una preparación intelectual adecuada. Aboga Amim por un entendimiento entre los estamentos políticos y sociales con las mujeres para dar satisfacción a todas las demandas que éstas plantean, como está ocurriendo en Occidente, porque “[…]no son cuestiones insolubles, generadoras de angustia[…]”[42] De esta forma no hay que confundir, como deliberadamente se hace por parte de la oligarquía gobernante, educación con instrucción de la mujer. La educación de la mujer no consiste tan solo en ir a la escuela sino en prepararse para corregir las acciones erróneas de la vida, aprender a observar la realidad, informarse de los hechos históricos y presentes, interactuar con el resto de seres humanos, compartir sus experiencias, en una palabra desarrollar todos los aspectos de la persona que constituyen la fuente de la ciencia y de las sanas costumbres. El desarrollo de la Humanidad para Amim no es posible si se coarta a la mujer el derecho a ejercer su libertad. Este impedimento es una cortapisa a una evolución mental y moral a la que tiene derecho. Por lo mismo, se estaría cercenando a todos los efectos el desarrollo de las potencialidades femeninas en toda su plenitud.

V.             EPILOGO.
        Como hemos podido apreciar Qasim Amim sentó las bases de una profunda reforma en la vida social y política de Egipto y, por asimilación, del mundo árabe. Una transformación social que atañe a todos los estamentos políticos y que va dirigida a abolir las viejas costumbres ancestrales que han conducido a la sociedad egipcia a un ostracismo secular. Esta ceguera irracional se manifiesta principalmente en el impedimento continuo que tienen las mujeres para ejercer su libertad de conciencia y acción. Por esta razón el mundo arabo musulmán se encuentra rezagado con respecto a los países occidentales. Y en gran parte motivado por la cerrazón de los organismos islámicos que no permiten conciliar los preceptos religiosos con las necesidades reales de la vida social y comunitaria. Para los ulemas de Al-Azhar la literalidad de los principios generales del Corán y la Sunna no admiten interpretación alguna. Son los mismos que aconsejan que para la correcta educación de los hijos deba utilizarse la violencia y la coerción. Por esa razón, y durante siglos, el hombre ha empleado el dominio de la fuerza con la intención de domeñar la voluntad de la mujer. Es evidente, como recalca Amim, que no hay nada más difícil que someterse al dominio de la razón, pues ello requiere una enorme fuerza de voluntad. Ahora bien, de nada sirven las especulaciones sobre las condiciones materiales de la voluntad ni la disertación teórica sobre entidades éticas afines o ajenas a la naturaleza humana. El camino de evolución humana pasa por la educación del alma que debe ser guiada para que pueda afrontar los acontecimientos y vencer las imperfecciones. Esta es la única vía a la que la mujer egipcia necesita incorporarse de inmediato, eliminando todo lo que la impida ejercer su derecho a una formación intelectual superior. Para la consecución de esta realización personal Amim destaca que la experiencia es la base de la ciencia y la auténtica maestra de la vida y que el velo es lo que impide que la mujer acceda a este conocimiento. Por ello recomienda que se derribe el peso de la tradición heredada siempre que este obstaculizando la voluntad personal y la capacidad de elección libre de la mujer árabe. 

         En cuanto a la religión islámica Amim destaca la aportación que supuso para un pueblo nómada atrasado socialmente otorgarle vínculos religiosos apoyados en un único gobernante y ofrecerles un texto como ley. El espíritu comunitario que el Islam les había proporcionado aupó a este pueblo nómada a una expansión inimaginable. Desde Egipto hasta China, Persia y la India pudo desarrollar una civilización basada en las ciencias y las artes donde cada cual se formaba a su libre arbitrio. La ciencia educó las mentes de los integrantes de esta vasta comunidad de creyentes. Sin embargo, fueron los alfaquíes los que interpretaron el Libro Sagrado y las tradiciones proféticas a través de exégesis que vilipendiaban los términos científicos. Para que todos aborreciesen el estudio calumniaron a los hombres de ciencias acusándoles de ateísmo e incredulidad. Con ello se perseguía la implantación de la creencia de que todas las ciencias eran inútiles, excepto las religiosas. No obstante, para Amim el progreso en las ciencias lleva parejo la evolución en la moral y en las costumbres. Por ello, a la educación intelectual le sigue la educación moral y la ciencia es el sustento de la ética. De esta manera la mujer necesita del beneficio de las ciencias y del gozo del conocimiento igual que el hombre sin distinción alguna entre los sexos. Investigar las maravillas del universo, desvelar sus secretos y aprender sus leyes, su origen y su finalidad no puede estar vetado a las mujeres. En apoyo de todas estas propuestas Qasim Amim ha ido vertiendo a lo largo de su libro “La nueva mujer” una serie de alegatos irrefutables para que la sociedad egipcia transite la senda que ya han recorrido las naciones occidentales. Si todos estos países han progresado es porque han otorgado mayores libertades y derechos a las mujeres. Alienta a todos a combatir a aquellos alfaquíes y escritores que alegan que la mujer no tiene función alguna en la perfección de las naciones. Contra la aberrante disposición de aquellos que insultan a las mujeres diciendo que no tienen que aprender otra cosa que los imprescindibles preceptos religiosos y que aconsejan que se refuerce el control sobre el uso del velo,  Amim antepone el método educativo en el que la mujer sea capaz de juzgar por sí misma, alcance un conocimiento cabal de la psicología humana, desarrolle sus capacidades intelectuales y morales y ejerza su responsabilidad con libertad. Todos los actos humanos por diversos y opuestos que puedan parecer tienen un mismo origen, que es el saber y la sensibilidad. Si esta causa fuera perfecta, el resultado se vería incrementado hacia la excelencia, pero si fuera imperfecta su consecuencia sería abyecta, equivocada e ignorante como lo es la condición vil en que se encuentra  la mujer en la sociedad egipcia.  La mujer occidental dejo atrás su ancestral decadencia cuando pudieron hacer uso de su libertad e independencia compartiendo con los hombres el progreso social que les correspondía.  Amim se dirige a todos los egipcios para que luchen por una Nación viva, educada y civilizada y esto solo se consigue liberando a las mujeres del yugo de la ignorancia y el velo. El contenido de este mensaje, cien años después, sigue estando vigente hoy día para todas las sociedades que integran la comunidad arabo musulmana.

VI.         BIBLIOGRAFIA.

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[1] Ver Leila Ahmed, Harvard Divinity School: http://www.hds.harvard.edu/people/faculty/leila-ahmed (última consulta Noviembre 2011)
[2] Ver “La teoría de la evolución y sus implicaciones”, http://www.xtec.es/~lvallmaj/palau/darwin2.htm

[3] “if Egyptians did not modernize along European lines and if they were ‘unable to compete successfully in the struggle for survival they would be eliminated,”  Ver: http://en.wikipedia.org/wiki/Qasim_Amin (última consulta Noviembre 2011)
[4] “La Teoría de la Evolución de las Especies”, Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, Ed. Fernando Pardos, Editorial Crítica, Barcelona, 2006, Pág. 258/9.
[6] “Los primeros principios”, Herbert Spencer, Trad. José Andrés Irueste, Biblioteca Perojo, Madrid 1879, Pág. 197.
[7] Monografía sobre Stuart Mill: http://www.monografias.com/trabajos910/etica-utilitarista/etica-utilitarista.shtml (última consulta Noviembre 2011).
[8] Stuart Mill, John y Taylor Mill, Harriet, “Ensayos sobre la igualdad sexual”, Introducción de Neus Campillo, Ediciones Cátedra, Madrid, 2001, pág. 103.
[9] Shinar, P.; Ende, W. "Salafiyya." Encyclopaedia of Islam.

[10] El Corán, Edición de Julio Cortés, Editorial Herder, Barcelona, 1992. Pág. 305.
[11] Rizzitano, U. "āsim Amīn." Encyclopaedia of Islam, Second Edition. (Última consulta  Noviembre 2011).
[12] Amim Qasim, “La nueva mujer”, Traducción e Introducción Juan Antonio Pacheco Paniagua, Ministerio de Educación Superior, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Madrid, 2000, Pág. 11.
[13]  Ídem nota 11. (Última consulta Noviembre 2011).
[14] Tomiche, N. "Naha." Encyclopaedia of Islam, Second Edition. (Última consulta Noviembre 2011).
[15] M.M. Badawi, “Modern Arabic Literature”, Cambridge History of Arabic Literature (1992), pág. 2.

[16] Ídem anterior.
[17] Martínez Montávez, Pedro, “Introducción a la Literatura árabe Moderna”, Universidad de Granada, Editorial Cantarabia, Granada, Pág. 27
[18] Ídem nota 15
[19] Ibídem nota 14 (última consulta Noviembre 2011).
[20] Vernet, Juan, “Literatura árabe”, El Acantilado, Barcelona, 2002, Pág. 218
[21] Ibd nota 14.
[22] Ibídem nota 14 (última consulta Noviembre 2011).
[23] Amim Qasim, “La nueva mujer”, Traducción e Introducción Juan Antonio Pacheco Paniagua, Ministerio de Educación Superior, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Madrid, 2000, Págs. 11-12.
[24] Durkheim, Emile, “La reglas del método sociológico y otros escritos sobre filosofía de las ciencia sociales”, Traducción y notas Santiago Glez. Noriega, Alianza Editorial, Madrid, 1994., Pág. 148.
[25] Ídem nota 22, pág. 25.
[26] Íbidem nota anterior, pág. 26.
[27] Íd. nota anterior, pág. 29
[28] Íd., nota anterior, pág. 34.
[29] Ver: “Badran, Margot, “Feminists, Islam and Nation: Gender and the Making of Modern Egypt”,
[30] Ibd. “La nueva mujer” pág. 38
[31]  Ibd. “La nueva mujer” pág. 44.
[32]  Ibd. “La nueva mujer” pág. 43.
[33] Condorcet, “Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano”, Ed. A. Torres del Moral, Editora Nacional, Madrid, 1980, Págs. 195 – 196.
[34] Op. Cit. “La nueva mujer” Pág. 49.
[35] Op. Cit. “La nueva mujer2 Pág. 52.
[36] Op. Cit. “La nueva mujer” Pág. 66.
[37] Op. Cit. “La nueva mujer” Pág. 92.
[38] Op. Cit. “La nueva mujer” Págs. 100 – 101.
[39] Simmel, Georg, “Cultura femenina y otros ensayos”, Alba Editorial, Barcelona, 1999, Pág. 183.
[40] Rousseau, “Contrato Social”, Colección Universal Calpe, nº 469 y 470, Madrid, 1921, Pág. 130.
[41]  Y 42 Op. Cit. “La nueva mujer”, Pág. 118